domingo, 22 de enero de 2006

† El obelisco del sol †

Suspiro, de suspiros infecundos;
como la muerte que lleva el viento
y el maldito invierno que no cesa
-como cesa la lluvia- y la primavera
con sus lentejuelas escarchadas de sol.
Bendito suspiro de coral.
Viento. Alma. Silencio.

Y el vacío que no se llena;
una pequeña burbúja en la garganta
-que hoy parece más desafinada-
y mil y un rostros sin nombre,
enmarañados entre azoteas y callejuelas;
de esas medio oscuras y desangeladas.

A veces el sol anda muy a oscuras,
ensimismado en su grandeza
y en esa grandeza,
él encuentra su propia soledad.
Y lo sabe.
Pero por su idiota -y molesto- orgullo
prefiere seguir saliendo, todos los días,
por allá por las montañas;
en el horizonte. sin más.

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