† Filosofìas de un nàufragio †
... Fuè mentira, pero me fascinò...
Afuera sonaban las vìas del tren y un espectàculo de sonidos rompìa lo monòtono de la sociedad. El canal estaba seco; confundido se fuè a llorar al mar la ausencia de claridad.
Lo claro se mezclaba con el sudor de un cocodrilo...
No me fiaba de la sociedad, de nadie.
Y mi pulgar dormìa bocabajo. Los ladridos sonaban furiosos, los carros eran un alarido del tiempo y el espacio, la lluvia parecìa caliente. -Un cuerpo congelado, que daba vuelo a la imaginaciòn, emanaba humo insano en medio de un vacìo interior-.
Yo reìa.
Y seguìa sonando triste.
La barcelona tocaba la cìtara en medio de un juego de naipes, era un Dios todopoderoso que partìa los dados y sabìa su destino. Le gustaba lo que sabìa, pero hubiera preferido no saberlo, le daba miedo poder controlarlo y sobrepasar los lìmites de su autodestrucciòn.
¡Soy el puto amo!
-El juego era eterno-.
Al final todo parecìa muy normal y, dentro, se jugaba una guerra insaciable de un algo que pedìa màs calor.
Hoy, èsa era la palabra.
Mañana; el punto final.
Y la tragedia se viò reflejada en el espejo.
Parecìa màs vieja -y eso que tenìa 3 años-, pero no por eso dejaba de jugar. Le gustaba lo sucio y la suciedad. Le gustaba jugar, el juego. Lo ìntimo y lo perverso lo dejaba para despuès y a la hora de la cena desgarraba su pecho para sacar su corazòn. Ya partido en dos, lo saboreaba -como leòn a su presa- y veìa como seguìa latiendo en el plato recièn servido; Caliente.
Y lo hùmedo se dejò acariciar.
Lo demàs.
Lo demàs no importa.
Afuera sonaban las vìas del tren y un espectàculo de sonidos rompìa lo monòtono de la sociedad. El canal estaba seco; confundido se fuè a llorar al mar la ausencia de claridad.
Lo claro se mezclaba con el sudor de un cocodrilo...
No me fiaba de la sociedad, de nadie.
Y mi pulgar dormìa bocabajo. Los ladridos sonaban furiosos, los carros eran un alarido del tiempo y el espacio, la lluvia parecìa caliente. -Un cuerpo congelado, que daba vuelo a la imaginaciòn, emanaba humo insano en medio de un vacìo interior-.
Yo reìa.
Y seguìa sonando triste.
La barcelona tocaba la cìtara en medio de un juego de naipes, era un Dios todopoderoso que partìa los dados y sabìa su destino. Le gustaba lo que sabìa, pero hubiera preferido no saberlo, le daba miedo poder controlarlo y sobrepasar los lìmites de su autodestrucciòn.
¡Soy el puto amo!
-El juego era eterno-.
Al final todo parecìa muy normal y, dentro, se jugaba una guerra insaciable de un algo que pedìa màs calor.
Hoy, èsa era la palabra.
Mañana; el punto final.
Y la tragedia se viò reflejada en el espejo.
Parecìa màs vieja -y eso que tenìa 3 años-, pero no por eso dejaba de jugar. Le gustaba lo sucio y la suciedad. Le gustaba jugar, el juego. Lo ìntimo y lo perverso lo dejaba para despuès y a la hora de la cena desgarraba su pecho para sacar su corazòn. Ya partido en dos, lo saboreaba -como leòn a su presa- y veìa como seguìa latiendo en el plato recièn servido; Caliente.
Y lo hùmedo se dejò acariciar.
Lo demàs.
Lo demàs no importa.
Etiquetas: Filosofando
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